Penumbra
-Rimas de amor-
(Buena parte de estas rimas reflejan la convivencia del poeta con su esposa).
I
En la penumbra por primera vez
y luego y para siempre en la penumbra,
como un atardecer que, ya sin sol,
resplandece en espera de la luna...
Luz de nadie en un punto de tiniebla...
Venus y tú, por mí, naciendo juntas,
y en el rincón sin rejas y sin lámparas,
nuestra voz, nuestros versos, nuestra música.
Nada es tuyo ni mío... Todo rueda
desde mis manos a las manos tuyas,
y torna a mí, entre mimos, sin palabras,
para ceñir mi verso a tu cintura...
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En la penumbra por primera vez
y luego y para siempre... en la penumbra.
Ignacio Pinazo Camarlench (Valencia, 1849 – Godella, 1916), Desnudo de Mujer (1902, Museo del Prado, Madrid).
Valencia, 1945-46
IV
Gustavo Adolfo, tú estás
dentro de mí navegando.
Tu barca viene anunciando
los sueños del nunca más...
¿Por qué venas mías vas
al encuentro de mis rimas?
Yo he subido hasta las cimas
de tu verso milagroso.
Duerme en mí. Soy tu reposo.
Tú, en la nubes... Yo, en las simas...
VI
Un beso es más fuerte lazo
que la palabra más fuerte.
Un beso es -a vida o muerte-
signo eterno, firme trazo,
más abrazo que un abrazo
total en delirio pleno.
Un beso es como el veneno
que embriaga aunque no mata...
Nudo que no se desata...
Rueda que rueda sin freno...
V
Cuando la noche venía
con brusquedad tropical,
cuando la estrella estival
en tu frente se encendía,
cuando la ternura mía
daba a la tiniebla flores
y goces y sinsabores
sobre el césped resbalaban,
nuestras vidas enlazaban
los labios suspiradores...
Jean-Édouard Vuillard (Borgoña, Francia, 1868-Países del Loira, Francia, 1940), El Beso (1891, Museo de Arte de Filadelfia, EE.UU.).
XI
¿Qué música en torno mío
su melodía descubre?
¿Qué luna niña de octubre
pisa el callejón sombrío?
¿Qué sombra de desafío
me acecha con impaciencia?
¡Mi hombría y tu adolescencia
se juran eternidades!
¡Verso y beso -claridades-
bajo el cielo de Valencia!
Pierre-Auguste Renoir (Limoges, Francia, 1841, Alpes Marítimos, Francia, 1919), Baile de Bougival (1883, Museo de las Bellas Artes de Boston, EE.UU.).
XXIII
Tú eres
el martirio de mi reloj...
Las once, las doce,
la una, las dos...
¿Qué estarás haciendo?
Y yo... ¿qué hago yo?
Tú eres el propio latido
de mi corazón...
En cada minuto,
sesenta golpes de gong,
como sesenta besos resonando
en el bronce ardiente de tu pasión.
Tú eres
lo mejor de lo mejor,
la nieve de la media luna,
el fuego del bíblico sol...
Pero yo, aquí, tan lejos
-¡la primavera en el pulmón!-,
corro a caballo por la senda
para alcanzarte y soy,
eso, lo que tú sueñas...
¡todo y TODO! ¡El Amor!
XXIX
Todo en mi vida rueda tan lejano
que ya no sé si de recuerdos vivo.
Todo en esta tragedia de cautivo
dice la angustia de esperar en vano.
Tú, Afrodita de luz. Yo, franciscano.
¡Con penumbra de gozo te recibo!
Tú eres la golondrina. Yo, el olivo.
Yo, por la tierra. Tú, en el oceano.
Vendrás cuando se doren los viñedos
y el pámpano alfombrando los caminos
exalte el nacimiento de los vinos.
Vendrás, feliz de amor, libre de miedos,
cuando unidos al fin nuestros destinos,
cante en mí la caricia de tus dedos...
XXXIX
El agua tiene una música
que es casi como tu voz.
Las acequias y tus labios
llevan la misma canción.
Y sobre todo, de noche,
cuando abre el galán la flor
y hay un perfume de besos
rondándome el corazón,
mis romances en tu boca
tienen el mismo sabor
que la lluvia en los arroyos
por donde te sueño yo...
El ritmo de las orillas
es tan dulce y tan veloz
como el susurro lejano
de tus palabras de amor.
Nostalgia de tu caricia...
Tus dedos tienen el son
de las barrancas sin luna
en noche de inundación...
Te sueño, mi vida, desde
mi paisaje labrador,
mientras se quejan las tierras
al golpe del azadón
y a mí me late en los pulsos
un campesino temblor.
A gritos, los regadores,
llamando a Luzbel y a Dios,
abren las altas compuertas
y el agua, ya sin presión,
se desborda igual que el verso
de nuestro tremendo amor...
¡Qué distantes y qué unidos
estamos siempre los dos!
La tierra, desmoronada,
como tu piel en rubor,
canta sonatas de siempre
que sólo en mi oído son
iguales a ese teclado
de tus dientes, donde yo
pulso a besos el acorde
secreto de tu pasión.
El agua tiene una música
que es... casi... ¡como tu voz!
XLI
No. No es así. Los hielos también tienen
en el centro del bloque un vivo fuego.
Bajo la nieve en que a evocar me entrego
arden las rosas que a mis sueños vienen.
No. No es así. Los guembris -cuando suenen-,
entre la yerbabuena y el dondiego,
te dirán, sin palabras, que yo llego
porque de amor, Amor, el aire atruenen.
Todo tiene su pulso. En todo late
del Polo al Ecuador la misma vena.
Cada día, al nacer, rompe y estrena
chispa de luz y llama de combate.
Todo alienta quemándose en la tierra.
Sólo tú, eres de hielo, aun en la guerra.
*Guembri es un instrumento musical de cuerda en Marruecos.
Joaquín Sorolla Bastida, Elena en la cala de San Vicente (1919, Museo Sorolla de Madrid).
Joaquín Sorolla Bastida (Valencia, 1863- Cercedilla, 1923),
Clotilde en la ventana (1888, colección particular).
XLII
Mármol para cincelar
beso a beso y poco a poco,
esto que casi no toco,
que casi no puedo amar.
Mármol para eternizar
de un aliento y de una pieza,
la ternura y la belleza
de tu rostro inexpugnable
y que, al menos, por ti, hable
con su espléndida dureza.
XLVI
La murta nace en la huerta
con la celeste lujuria
de amamantarse en el Turia
por una esperanza cierta:
la de crecer a tu puerta
y en la cuna de tus manos,
cortada por los cristianos
dedos de amor de los dos,
¡tejerle la alfombra a Dios
en los "Corpus" valencianos!
XLIII
Nieve para ir blanqueando
la estatua de tu recuerdo,
para acusar, si me pierdo,
lo que por ti voy andando...
Nieve para que esperando
sin esperanza ninguna,
mis ojos, bajo la luna
que denuncia tus esquíes,
en las noches marroquíes
me devuelvan la fortuna.
Ignacio Pinazo Camarlench, Bella herida por Cupido (1889, Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias "González Martí", Valencia).
XLVII
Guárdame -vida- un ramito
del mirto procesional;
-mirto o murta- floreal
senda del Jueves bendito.
Y que esa murta hecha mito
de nuestra nueva hidalguía
sea copla y profecía
de nuestro escudo de amor,
cuajando de verde flor
¡toda la esperanza mía!
LVIII
Pero el veneno ideal,
el que de verdad nos mate
sin la flecha del combate
ni la copa de cristal,
es el renuevo nupcial
que tus labios, nota a nota,
me cantan con la remota
ponzoña del embeleso...
Gota a gota... Beso a beso...
Beso a beso... Gota a gota...
XV
Esta rima y las cinco siguientes las escribió en un viaje a Santander
Todo estaba en penumbra adormecido
sin esperanza ya de mayo nuevo.
Toda esta angustia que en los ojos llevo
se constelaba en noches sin olvido.
Labio sin fiebre, mano sin sentido,
sueño sin luz, arroyo en que no bebo,
palabras que a decir ya no me atrevo,
vértebras, ingles, sienes sin latido...
Y de repente, un mar sin barcas mías,
todo un mundo de dulces nuevos días
con espumas cantábricas revela,
y bajo el nuevo sol que tú me enciendes
marineros los dos -tú ya me entiendes-,
bogamos, tú al timón y yo en la vela...
XVI
¡... que vengo del otro lado!,
¡que vengo de Gibraltar!
para soñar a tu lado,
mirándote, encandilado,
bajo el nocturno estrellado
de Santillana del Mar...
...¡que vengo del otro lado!
XX
La marea sube y baja
¡qué lejos aún tu canción!
La marea viene y va,
balanza de la ilusión...
Voy a bordo, marinero,
solo, sin tripulación.
Por brisa llevo el deseo,
por brújula el corazón...
Sólo tengo tres amigos:
vela, mástil y timón...
Las luces del Sardinero
parpadean de ilusión...
¡Cómo crece la marea!
¡Qué cerca ya tu canción!
LV
Quiero tu nombre en la brisa
y en la tierra y en el agua
y en el yunque de la fragua
martilleando tu risa.
Quiero tu boca indecisa
que nunca la miel libó
y que sólo se entregó
a la llamada de un hombre,
cuando llevaba mi nombre
¡y cuando el hombre era yo!
LIX
Morir de amor. De querer.
De querer de amor morir.
Morir sólo de sentir
que ya es mañana el ayer.
Tener a un tiempo, tener
con el ayer y el mañana
esta certeza cristiana
de que los siglos en flor
serán para nuestro amor,
¡vida de amor sobrehumana!
Joaquín Sorolla Bastida, Figura en blanco, Biarritz (Museo Sorolla de Madrid).
XVII
-¿Qué vas a hacer hijo mío?
¿Me acompañas?
-No. No puedo.
-¿Te marchas? No vuelvas tarde.
¿A dónde vas?
-¡A Laredo!
..................................
Y galopa el sueño mío
a la grupa de un querer...
Delante, muy cerca... ¡tú!
Detrás..., lejos... ¡Santander!
XVIII
Te he visto ayer, ¡ay de mí!
Ayer de noche te he visto...
Ibas con un marinero
-amor- por el Puerto Chico.
XIX
Por la rampa, rampa,
de Sotileza,
por la rampa, rampa,
te he visto pasar...
¡Quién fuera rampa -rampa-
para tus pasos guardar!
ENTERRADME EN LA PLAYA
RIMA LXII
¿Tierra adentro? ¡Qué silencio!
¡No, no! ¡Enterradme en la playa!
Que pueda, muerto, sentir
la canción mediterránea
y acunar mi eternidad
con la música del agua...
Si yo no soy labrador
-aunque labriega es mi casa-
¿por qué queréis que mis huesos
reposen en la besana?
Si fui siempre timonel
-remo azul y vela blanca-
sobre una barca de versos
abrasados de nostalgia,
dejadme ser -ya sin vida-
lo que yo siempre soñaba...:
¡marinero en mi Levante,
desde Sagunto a la Plana,
desde Alicante al Ifach,
desde el Cabañal a Palma...!
Por los mares de mi cuna,
poeta y buzo fantasma...
Frente al atril de coral,
orquestas de esponja y nácar...
Pilar Montaner Maturana (Palma de Mallorca, 1876 -Valldemosa, 1961), Paisaje.
Acordeón marsellés,
cartagenera guitarra,
caracola balear,
armónica siciliana...
Cuando me muera, ¡qué gloria!,
llevadme en hombros del agua,
por el borde de la arena,
sobre la espuma que canta...
¿Tierra adentro? ¡Qué silencio!
¡No, no! ¡Enterradme en la playa...!