A Santa Teresa de Jesús
1981-1982
¿NO ME DARÁN AQUÍ...?
-Muerte de Santa Teresa-
-¿No me darán aquí un poco
de tierra donde descanse...?
El cielo de Alba de Tormes
fue más cielo aquella tarde,
cuando la Madre Teresa
pedía tierra de balde
con los últimos alientos
de su descalcez andante...
El río se hizo oración
con rumor de eternidades
cuando el agua iba rozando
-y besando-
el convento de la Madre...
Toda la naturaleza
pareció quieta quedarse
como ofreciéndose entera
para tumba
de la santa agonizante...
-¿Y no me darán aquí
(repitió con voz sin aire)
un poco de tierra, un poco
sólo, donde yo descanse ... ?
Ya de noche y hasta la alta
madrugada alucinante,
todo el claustro se llenó
de imprevistas claridades
para que el alma, en su vuelo,
no dudara en el viaje...
Cerca, por los Arapiles,
hubo en huertas y trigales
una brisa apresurada
removiendo espigas y árboles.
Y el viento se hizo noticia
por los salmantinos lares,
agitando, despertando,
portones y ventanales.
Los pájaros, desvelados,
rondaron aleteantes,
poniéndole al primer trino
son de maitines y laudes.
... continúa en la columna de la derecha...
Monumento a Teresa de Jesús, por Juan Luis Vassallo, Plaza del Mercado Grande de Ávila, 1982
Y los gallos silenciaron
su cantar en los corrales,
temerosos de aumentar
sobresaltos en "el Carmen"...
El viento, tan sólo el viento,
corría de una a otra parte
y por su escala doliente
se descolgaban los ángeles...
-Anda, Teresa, ya es tiempo...
Tu Jesús está esperándote...
Teresa besó la Cruz
del Cristo de sus afanes,
y luego entornó los ojos
en busca de altos parajes.
Todo su cuerpo exhaló
un perfume vivo y suave
cuando las monjas cantaban
por ella réquiems y salves.
Y por la celda quedaron
sus palabras, mendicantes,
suplicando a Alba de Tormes
cosa tan chica y tan grande:
-¿No me darán aquí un poco
de tierra donde descanse...?
San Antonio de Requena, 6 de septiembre de 1970.
DECIR TERESA ES...
Decir Teresa es como un no parar,
un bullebulle de imaginaciones
-las locas de la casa- removiéndonos
en la frente recuerdos y fervores...
Decir Teresa es recobrar perfumes
de alacenas antiguas y de arcones
con las sábanas de hilo de la abuela,
reliquias intocadas de su dote.
Decir Teresa es merendar en platos
de Talavera -con su letra al borde-
confituras de guinda y de naranja
hechas por ella en invernales noches.
Decir Teresa es comenzar caminos
que a Dios conducen y que no conocen
los que, sin fe, no dan un paso nunca
en ayuda de tristes y de pobres.
Decir Teresa es repicar campanas
en espadañas, dando al horizonte
profundidades de palabra eterna,
sin conocer terrenas dimensiones.
Decir Teresa es aturdir los labios
contando el triunfo de unos sinsabores,
cuando la descalcez busca senderos
que ni el Papa de Roma aún reconoce...
Decir Teresa es subyugar la prosa
de cada día con el verso noble,
dando rima a los hechos más sencillos:
cocinar y zurcir entre oraciones.
Decir Teresa es derribar murallas
que ahogan a los pueblos y a los hombres,
sembrando de alegrías y sorpresas
la piel de toro con las fundaciones.
Decir Teresa es acercar el Cielo,
remover de rutina viejos moldes,
poder hablar con Cristo cara a cara
y aún mejor que lo hicieran los Apóstoles.
... continúa en la columna de la derecha...
Decir Teresa es entonar el "muero
porque no muero" de imborrables sones,
haciendo de su lira y de su rima
la música en que Dios, feliz, se esconde.
Decir Teresa es exclamar: ¡Poesía!,
y encandilar en versos turbadores
donde la sed de Cristo es aplacada
al dictado de celestiales voces.
Decir Teresa es avistar a Juan
de la Cruz, siempre a punto de prisiones,
al "medio fraile" que, en su "Noche Oscura",
de la Gracia encontró los resplandores...
Decir Teresa es gorjear maitines
antes que el alba por oriente asome
y otra Alba -hecha ciudad- se desperece
con la cantata azul del río Tormes.
Decir Teresa es darle rienda y normas
a los mil vientos que en la rosa corren,
y encontrarse las flechas de las brújulas
con un solo pastor y un solo norte...
Decir Teresa es siempre decir...¡Ávila!,
Ávila de sus penas y sus goces....
"La Encarnación", afuera, ya en olvido...;
y dentro, el "San José" de sus amores.
Decir Teresa cuando en Roma ascienden,
por ella, incienso y canturriar de bronces,
es sentir que su gloria es nuestra Gloria,
y saberla doctora entre doctores,
andante, parladora, pluma de oro,
atrevida y pendiente en sus razones:
...es verla cómo fue forjada a un tiempo
de sol y estrellas, de jazmín y roble,
frágil y fuerte, seria y divertida,
serena y dulce en dichos y en acciones...
Decir Teresa es como enardecerse
-aunque indignos de ser sus trovadores-,
y cantarla, exaltarla y pregonarla
por senderos, ciudades, valles, montes...
¡Decir Teresa es inundar a España
con la grandeza de su santo nombre...!