Muecines y campanas
-Poemas de la ciudad de Tánger-
A MARUJA, y con ella a la memoria de nuestros hijos Rafael y Luis Fidel, nacidos en Tánger, dedico estos poemas de la ciudad que tanto amamos.
(Tanto Rafael como Luis Fidel ya habían fallecido al editarse este libro)
José Herrera Cruz (Cádiz, 1890-Casablanca, 1972), Judería de Marruecos.
EL ALMA DE LA CIUDAD
Corán, Biblia y Evangelio...
Moros, judíos, cristianos...
Tres razas y una ciudad.
Un pueblo y tres calendarios.
Tres Pascuas y un mismo Dios.
Tres templos... Sólo un Decálogo.
Tres novias de quince abriles...
Tres novios de veinte mayos...
Aixa. Rebeca. Isabel.
Mohamed. Samuel. Fernando.
POR TODAS PARTES...
Por todas partes, el monte...
Por todas partes, la mar...
Boya de rosas flotantes
¡el Tánger de mi cantar!
NO SE ASUSTE NADIE...
No se asuste nadie, nadie...
Y si alguien pregunta, dile
¡que esto son cosas de Tánger!
YO NO SÉ DÓNDE TE HE VISTO
Yo no sé dónde te he visto,
si en el zoco grande,
si en el zoco chico,
si cambiando dólares,
si comprando lirios,
si escuchando la guzla en la alcazaba
o si en sueños, dormido...
Yo no sé dónde, en Tánger, no sé dónde...,
¡pero te he visto!
Hilda Rix Nicholas (Ballarat, Australia, 1884 - Delegate, Australia, 1961), Por el arco hacia el mar, Tánger, Marruecos (1914).
¡MORO, MI NIÑO!
Mi niño nació en Tánger
¡Moro, mi niño...!
Español y cristiano...
...¡pero morito!
Saragüell y chilaba
compró su madre.
Vestidito de moro
jugaba en Tánger.
De una cabila antigua
por Malabata,
la mora leñadora
venía a casa.
Aixa le dijo un día:
"¡Vente conmigo!
Jugarás con Yubaida
y con Hamido.
Y tendrás, como todos,
para merienda,
pastelitos al horno
de miel y almendra."
Mi niño era goloso.
Con su chilaba,
leñador de juguetes,
se fue con Aixa...
¡Adiós, mi Rafaelito,
vidita mía...!
¡Qué risueño, mi niño,
montes arriba...!
Pensamos, todo el día:
¡Qué estará haciendo?
Quizás solo, entre moros,
llore al no vernos...
Los moros le trajeron...
¡Qué alegre vino!
¿Con quién vuelves, arcángel...?
¡Con mis amigos!
Dichoso, como nunca,
se nos dormía...
En la calle, por nana,
la chirimía...
Su hijo Rafael a los dos años en Tánger.
*El niño de esta seguidilla es su hijo primogénito, Rafael, nacido en Tánger el 14 de abril de 1937 y muerto en Madrid a los once años, el 8 de mayo de 1948, de una lesión de corazón.
*Saragüell: pantalón, parecido a los zaragüelles que han llevado los huertanos de Valencia y Murcia.
TEMPLO NAHÓN
El arpa de David, por unas manos
que yo suelo estrechar, vibra pulsada,
y estremece su música la amada
Biblia de los judíos y cristianos.
Sinagoga Nahón. Textos ancianos.
De lámparas de aceite coronada,
perdida en la calleja arrinconada
de este Tánger de ateos y paganos...
Tras de tu dulce y venerable puerta,
que el rito de Castilla tiene abierta
mientras entran los fieles uno a uno,
cantan de corazón -almas contritas-
la noche del Kipur -perdón y ayuno-
su llanto y su oración los sefarditas.
*"Raíces-Revista Judía de Cultura-", en su número 32 (Año XI - Otoño 1997) publicó este soneto en lugar destacado, como pórtico de la publicación, junto a la Carta del Director.
*Kipur: día de la expiación, del perdón y del arrepentimiento; jornada de penitencia y ayuno.
*Sefarditas: literalmente, españoles (de Sepharad, el nombre de España en lengua hebrea). Pero sefarditas son propiamente los judíos españoles expulsados a final del siglo XV y sus descendientes (hasta hoy mismo). En muchas de estas comunidades judías del exilio pervivió una gran nostalgia de su patria perdida, conservaron su lengua (la jaquitía, el castellano medieval) y siguieron considerándose -y llamándose- españoles (o sea, sefarditas).
ESPERANDO
No me digas tu nombre... Estoy soñando
mientras llega el minuto de la cita
y este sueño me empuja y precipita
dentro de tu misterio... El cómo, el cuándo
y el porqué... Sin querer, llego llorando
-tarde de Tánger- junto a la Mezquita,
donde no sé si rosa o dinamita,
amor o muerte -Amor- me está esperando.
Laúd de la Alcazaba. Mar rugiente.
Silencio del tapiz. Luna en menguante.
El corazón en brasas. El té hirviente.
¡Y tu boca de menta, salmodiante
de besos y de versos, como fuente
de un paraíso islámico y gigante...!
Mariano Bertuchi, Mezquita de Tánger II.
DESDE MI TERRAZA
Al norte, estrecho azul, playa lejana,
la costa de Tarifa desleída
entre brumas y velas, sorprendida
por el ardiente sol de la mañana.
Al sur, perezosísima, africana,
de un Atlas presentido, adormecida,
ruge y sueña de duendes poseída
la cordillera al pie de mi ventana.
Al este, Gibraltar, interrogando
su propio corazón enternecido
de nostalgia española... Y salpicando
al oeste, los muros de mi casa,
el atlántico mar, embravecido
-flecha de espuma-, ¡el alma me traspasa!
Rafael Duyos desde su casa de Tánger en 1941.
CIELITO BENAMOR
Porque no soy de tu sangre,
tu madre no ha consentido.
Para que tú seas mía
-me dice-
tengo que hacerme judío...
¡Los judíos no se hacen,
nacen ya siendo judíos,
y yo no puedo dejar
de ser lo que siempre he sido!
Porque no soy de tu raza,
porque llevo un crucifijo
-sobre el pecho-
arañándome la piel,
porque hasta cuando te miro
se piensa que te acristiano
los oscuros ojos bíblicos,
porque te quiero de veras,
tu madre no me ha querido...
Cristiano yo... Bueno, ¿y qué?
¡cristiano de Andalucía!
Y los amigos me dicen
que cómo voy a casarme
contigo, siendo judía...
Judía tú... Bueno, ¿y qué?
Y las amigas te dicen
que cómo vas a casarte
con un cristiano, alma mía...
Y tienes los ojos tristes
a pesar de la alegría...
Y tienes los ojos tristes
como la Virgen María...
José Ortiz-Echagüe (Guadalajara, 1886-Madrid, 1980), Mujer judía.
Mi Cielito Benamor,
rosa de la Mendubía...
Mi Cielito Benamor,
cielo de la judería...
¿Quiénes son esos que van
los sábados a tu vera...?
-Mis primos de Tetuán...
¡Que no vuelva a suceder!
¡Que yo no te vuelva a ver
con ellos, por esas calles!
...........(continúa en la columna de la derecha)................
No quiero que salgas sola,
ni con ellos ni con nadie...
Conmigo, sí, mi alegría,
conmigo ¡por todo Tánger!
Yo vengo todas las noches
-zoco grande, zoco chico-,
pese a quien pese -¡mi vida!-
para encontrarme contigo...
Tú no hagas caso de nadie.
Lo nuestro tiene que ser...
Tú, judía y yo, cristiano...
Bueno, ¿y qué?
Quiero robarte, mi cielo,
quiero llevarte conmigo,
que eso de quererme a mí
era cosa
sabida de muy antiguo...
¡Qué dirán tus sinagogas!
¡Qué dirán mis arzobispos!
Todo Marruecos está
-como alerta-
pulsando nuestro cariño.
Lo saben todos en Tánger.
Nadie se atreve a decirlo.
Mañana por la mañana,
mañana, mañana mismo,
cruzaremos el Estrecho
y al amor de los cortijos,
entre toros de azabache,
geranios y campanillos,
podrás decirme en voz alta
lo que nunca aquí me has dicho...
¡Vámonos a Montejaque
-tú, de Moisés, yo, de Cristo-,
que está la sierra esperándonos
hace más de veinte siglos!
Mariano Bertuchi, Esperanza de Tánger.
Porque no soy de tu raza,
tu madre no ha consentido...
Para que tú seas mía
-me dice-
tengo que hacerme judío...
Los judíos no se hacen,
nacen ya siendo judíos,
¡y yo no quiero dejar
de ser lo que siempre he sido!
Mañana, en tierras de Málaga
-contrabandos del cariño-,
te besaré, de alegría
llorando, por los olivos...
Tú no hagas caso de nadie.
Lo nuestro tiene que ser...
Tú, judía y yo, cristiano...
Bueno... ¿y qué?
José Herrera Cruz, Tres bellezas de Marruecos.
ANOCHECER POR LA ORILLA
Cuando termina el día y se desmaya
por la orilla del mar mi verbo alado
y vuela por las aguas embriagado
de peces y de besos. Cuando ensaya
la noche, en pie de amor, su luna maya
y las luces del Charf, medio embrujado,
le ofrecen a tu barco despistado
la sombra acogedora de la playa...
Entonces tú, con gracia de velero,
cintura de coral, voz de sirena,
te cruzas en mi rumbo marinero
y el rastro de tus pasos me encadena,
mientras graban mis dedos el "te quiero"
por la página frágil de la arena...
Henri Matisse (Le Cateau-Cambrésis, 1869-Niza, 1954), Vista desde una ventana (Habitación nº35, Tánger, Marruecos).
HE VISTO UNOS OJOS NEGROS
En el zoco de los bueyes
he visto unos ojos negros.
Los mismos que vi en la playa
y en el bulevar Anteo.
Hace ya más de dos lunas
que, sin querer, los encuentro
y me persiguen por Tánger
y, al mirarlos, me dan miedo
porque no sé si traerán
caricia o puñal con ellos...
He visto, y más me valiera
no ver, unos ojos negros...
EL CABO ESPARTEL
-Bulerías tangerinas-
Tú tienes sangre gitana.
Mi sangre de cortijero
es casi tu prima hermana.
Los dos el mismo salero,
la misma luna serrana...
¿Tú te mueres ... ? ¡Yo me muero!
En esta playa africana,
tengo yo un barco velero
con bandera gaditana.
¡Seré por ti, marinero!
¡Tú serás mi capitana!
La mar me grita: ¡te espero!
¡Vamos a bordo, sultana,
con tanto como te quiero,
sin esperar a mañana... !
¡Vamos al Cabo Espartel!
Mi corazón marinero,
será el mejor timonel...
Carretera sobre el mar
y el faro, dormido, al sol,
cansado de trasnochar.
Hay un barquito velero
que viene con el pescado,
para ti, al embarcadero...
Y hay una lancha motora
que está esperando conmigo
tu risa de reina mora.
Costa de Cádiz lejana...
¡quién te pudiera tocar
desde la playa africana!
¡Dátiles y leche y miel!
Con los moros pescadores,
¡vamos al Cabo Espartel!
CALLE DE “CURRO LAS ONCE”
Calle de “Curro las once”,
tan vieja y destartalada.
La taberna misteriosa
y la popular farmacia.
Recetas por mil soleares.
Buenas y malas palabras.
El barbero, el platerillo,
la que borda, el que retrata.
Trajines de artesanía.
Vecindades de subastas.
Jamón serrano. Frituras.
La morfina y el champaña.
El cielo azul en la frente
¡y el zoco chico a la espalda!
LA CALLE DE HOLANDA
Calle quieta y melancólica,
toda de verjas y tapias
de jazmín y madreselvas,
eucaliptos y araucarias...
Hay un aroma francés
-amor y duelo y nostalgia-
que flota al sol de la tarde
y los aires embalsama.
Salón de Madame Bonet
-abanicos y sonatas-,
donde se decían versos
míos -romances del África-
cuando Europa, al otro lado
del Estrecho, agonizaba...
El Tánger del año treinta,
en esta calle romántica,
duerme esperando poetas,
sueña músicas lejanas,
sonetos y melodías
que del silencio renazcan,
bajo las enredaderas
de estas viejísimas tapias.
El Tánger de los negocios
se está quedando sin alma...
PLAZA DE UED AHARDAN
Plaza de Ued Ahardan,
donde se venden los jaiques.
La luz del acetileno
tiembla, blanca, en los bacales,
mientras el moro dormita
-kif, rapé, té y azahares-...
Las babuchas amarillas
aguardan en los estantes
un posible comprador
romántico trotacalles...
Detrás de las celosías
hay unos ojos brillantes
que miran cuando tú pasas
los sábados por la tarde...
Plaza de Ued Ahardan
donde se venden los jaiques...
Bécquer y Alfredo Musset,
desde una vieja ventana,
le piden al Tánger nuevo
un poquito de aire y de agua...
El aire, para el suspiro...
El agua, para las lágrimas...
Baluarte del buen amor,
del ensueño y de la gracia...
Calle del Tánger romántico...
Silente calle de Holanda...
Ed. Van de Woestijne, La calle de Holanda (1934), colección familia Duyos.
George Owen Wynne Apperley (Ventnor, Isla de Wight, Inglaterra, 1884 – Tánger, Marruecos, 1960), Mercado de Marruecos.
BALLET DEL NISÁN DE TÁNGER
(Sobre Alegría Toledano, bailarina de España bajo el cielo de Tánger. En tres tiempos: Adagio, Largo apasionado y Allegro final,)
I
ADAGIO
Hay nubes en el cielo.
Hay penas en la tierra.
¡Alas en vuelo!
¡ Guerra!
Bailan tus pies y manos dulcemente
la triste sinfonía,
encendiendo en el aire la alta frente
de tu melancolía.
La música se siente y se presiente,
nacida sólo para ti, Alegría...
Llora cerca una fuente,
al ritmo de tu pena y de la mía.
Llora lejos Beethoven, mansamente,
por una paz de amor y poesía.
En tu cara morena,
danza una maldición de angustia llena.
Gira y gira, con férvida hermosura,
la luz en tu cintura.
Canta y canta, por ti, su serenata
-de Viena en Tánger- el violín de plata.
Y hay nubes en el cielo...
Y penas en la tierra...
¡Alas en vuelo!
¡Guerra!
José Herrera Cruz (Sin título, Mujeres bailando)
III
ALLEGRO FINAL
¡Deprisa! ¡Corre! ¡El viento te persigue
con su sordo lamento...
También un hombre -yo le vi-, te sigue,
aún más tenaz que el viento...
Las casas brillan lejos, imposibles...
¡Vuela, vuela, Alegría...!
Distancias invencibles
separan tu cadencia de la mía...
¡Tus sandalias sin lazos...!
¡Tus pies en un compás de maravilla!
¡Y rodando, en tus brazos,
los calientes molinos de Castilla...
Por la maroma de la noche avanza
tu corazón sin miedo...
¡Como hierve, en la danza,
tu sangre de Toledo... !
¡El mundo entero ha de cantarte!
¡Corre! ¡Llegas a tiempo! ¡He de nombrarte,
de mi poema, Emperatriz consorte...
¡El rayo y el ciclón en ti se mecen!
¡Velocísimas rosas nacen, crecen,
mueren por ti en el África del Norte!
ROMANCE DE DON JONÁS EL CAMBISTA
II
LARGO APASIONADO
Tu corazón es como un hilo
del que pende la danza.
Hay un cantar suave y tranquilo,
diciéndote al oído la esperanza.
Mientras bailas, mujer,
todo en torno de ti, se aquieta y calla.
Lentamente, se siente enmudecer a tus pies el fragor de la batalla.
Tu ritmo de paloma,
bate en el aire un signo vagabundo,
cuando en tus ojos bíblicos se asoma
toda la música del mundo.
¡Qué despacio que giras
en la noche callada!
Parece cuando miras, que no miras,
ni oyes ni sientes nada...
Los cielos estrellados
se detienen por verte...
Los relojes, parados,
marcan el gran minuto de la muerte.
¡ Pero tú eres la vida!
Y con gracia y donaire,
la música te eleva y te convida
¡triunfadora del aire!
Todo en la tierra y en la mar está
dormido, inmóvil, como quiero yo...
Do, mi, sol, fa... Do, mi, sol, fa...
Re, mi, sol, do... Re, mi, sol... ¡do!
El viernes, sobre las nueve,
el viernes por la mañana,
don Jonás bajó los Siaguins
-sombrero de negras alas,
ojos de dormir despierto,
lento andar, memoria rápida,
manos ágiles y gruesas,
barba de media semana-.
Don Jonás entró en su tienda.
lsaaquito le esperaba.
La tienda tiene seis metros
cuadrados. Con eso basta.
Un teléfono. Unos números
de madera y una caja.
Don Jonás, desde la silla,
mira cómo Isaac trabajo.
Por la radio de Lisboa,
entre fado y fado, cantan
las consignas de los cambios
de la bolsa americana.
Los cambistas tangerinos
-paciencia moruna- aguardan...
-“¡La libra a cincuenta y nueve!”.
Son las diez de la mañana.
Pasa un muchacho polaco,
confidente, y en voz baja,
comenta que un moro rico
quiere comprar una casa.
Cuatro mil libras le piden.
Está conforme y las paga.
El moro quiere comprar
por capricho de una dama.
Los cristianos que le venden
quieren moneda británica.
-“¡Compran libras! ¡Compran libras!”.
los teléfonos sonaban.
Siaguins abajo y arriba,
las libras se cotizaban.
¿Libra papel? ¿Libra cheque?
Los oros de la baraja
por las aceras del Zoco
Chico, sin rumbo, rodaban...
Don Jonás cambió el letrero.
Todos, de acuerdo, lo cambian.
“¡La libra a sesenta y cuatro!”.
Los cambistas esperaban.
Eran las once y minutos.
El polaco vigilaba.
Pasó la novia del moro.
¡Qué miradas le lanzaban!
-¡Hijo, súbelo a setenta,
que esta mujer es muy guapa!
Todos a una, los cambistas
escriben en sus pizarras
un “setenta” grande y claro
- fondo negro, tiza blanca-.
A las doce menos cuarto,
cristianos de alegre cara
doscientas ochenta mil
pesetas adjudicaban.
¿Cuatro mil libras querían?
¡Cuatro mil libras compraban!
A las doce y dos minutos,
ya la venta terminada,
volvió la libra a bajar...
¡Ya nadie libras compraba!
Misterios de bolsa negra
que, a veces, ¡amor!, es blanca...
Don Jonás cerró la tienda.
Su hijo Isaac le acompañaba.
Se cruzaron con Elías,
con Rafael y con Sara.
Rafael compone versos;
Elías vende naranjas;
Sara es hija de Jacob,
comerciante en gran escala.
Don Jonás, como dormido,
al pasar les saludaba.
Cruzaron el Zoco Grande
y subieron a la Emsálah...
-dos mil dólares al pecho,
cien mil francos a la espalda-.
A la noche, con la cena,
cena de viernes, cantaban:
“El día que no se ven
no les aprovecha nada,
ni les aprovecha el pan
ni el aire de la mañana ... “.
El romance de Castilla
por el comedor temblaba.
El hijo mayor, Rubén,
sin decir una palabra,
un cigarrillo tras otro,
tranquilamente fumaba.
Sonó el teléfono: “¡Aló!”.
Don Jonás se puso al habla.
-¿A cómo el cambio, Jonás...?
-¡Los sábados no se cambia!
Un silencio de segundos.
Isaac, con sus tres hermanas
corriendo y alborotando,
subió a la blanca terraza.
Una copla, dulcemente,
cantaban desde la plaza:
“Contigo quiero casarme,
contigo, mi prima hermana ... “.
¡La luna llena de Tánger
se les metía en el alma!
Mariano Bertuchi, Mercaderes de Tánger