Los Ángeles hacen palmas...
-Romancero Taurino-
Valladolid, 1946.
D E S P E J O
por MANUEL MACHADO
(De la Real Academia Española)
En tu libro, Rafael
-nuevo Píndaro español-,
los héroes del redondel
reciben de tu pincel
inmarcesible arrebol.
¡Y otro sol...!
Alamares y caireles
suenan en tu verso alado...
El aire está saturado
de un aroma de claveles
y de vino soleado,
derramado...
Garbo, gracia, bizarría,
en la línea y el color...
Y soltura y valentía
de poeta y de pintor.
Ángel y sabiduría.
¡Y valor!
Osadía reposada
y alegre desembarazo...
Tú das una pincelada
como se da un muletazo
que deja a la res parada.
Y cuadrada.
DOMINGO ORTEGA
Para Juan Cristóbal
¿De qué arcilla, Domingo, es tu figura,
dime, Domingo Ortega, de qué arcilla,
que ni en Valencia saben ni en Sevilla
-Manises y Triana- darte hechura...?
Campeador de parda arquitectura.
Muñeca y voz que al toro siempre humilla.
Tu muleta -estandarte de Castilla-
recrea el canon, dicta la hermosura.
Maestro de maestros. Elegido
para ilustrar la eterna teoría
-Tauromaquia de ley que no varía,
compás abierto y vida que se entrega-...
Todo cuanto en la arena has conseguido
quisiera yo cantar, Domingo Ortega.
Madrid, invierno de 1946
PEPE BIENVENIDA
Para Carlos de Larra
Blanca sal de Andalucía
bajo un sol sin competencia.
Sol y sal en la cadencia
de la más seria alegría.
La vieja sabiduría
con el moderno revuelo,
juntos en un mismo anhelo
de expectación encendida.
Eso es Pepe Bienvenida:
gracia, hombría, tierra, cielo...
Madrid, otoño de 1945
Antonio Casero Sanz (Madrid, 1897- 1973), ilustración del libro Los Ángeles hacen palmas de Rafael Duyos.
Por eso para ti quiero
del popular frenesí
el homenaje primero,
que, pintándolos así,
tú eres el mejor torero.
¡Y olé salero!
JOSELITO EN TALAVERA
A José María de Cossío
I
Salió buscando pendencia,
vengador de sus hermanos.
Unos ojos sevillanos
-sabiduría y prudencia-
saludaron su presencia
libres de presentimiento.
Tanteos de acercamiento...
Pulsación de facultades...
Frente a frente, dos verdades.
El aire, absorto, sin viento...
II
La voz de siempre, al peón:
"¡Vete, Blanquet, vete, vete...!".
Rápido y ágil se mete
Blanquet en el callejón.
Buscando la reunión,
solos el toro y José;
el toro que ve y no ve,
y José que, distanciado,
después del pase ayudado
queda de espaldas y en pie.
III
Galanura. Confianza.
¡No te fíes, Joselito!
Toda la plaza es un grito:
"¡Ay, Virgen de la Esperanza!".
Y cuando el toro le alcanza
-vulgar, burriciego y loco-,
tiempo y distancia son poco
para evitar la tragedia;
que si Dios no lo remedia,
Ignacio, al quite, tampoco.
Roberto Domingo Fallola (París, 1883- Madrid, 1956), ilustración del libro Los Ángeles hacen palmas de Rafael Duyos.
IV
Y en hombros se lo han llevado.
Inútil la enfermería.
El clavel de Andalucía
sobre el mármol se ha mustiado.
Y ya mayo se ha quedado
sin su semilla mejor,
que en Castilla, "Bailaor",
con sus astas afiladas,
al mejor de los espadas
le ha roto la vida en flor.
Madrid, primavera de 1945
Era torero en la arena
y era torero en la calle.
Vivo y muerto le siguió
un cortejo de cantares.
Era torero hasta haciendo
sonar su violín fácil
con un Toselli romántico
preso en la prima impecable.
Una Valencia de nácar,
conservatorio y romances,
mientras suena la guitarra
de Tárrega, va acunándole...
Alamedas de Serranos.
El Grao. Las torres de Cuarte.
El Matadero. Ruzafa.
La Lonja. El Barrio del Carmen.
!Qué dulces itinerarios
de los años colegiales!
¡Ay, Manolito Granero,
violinista de un levante
de acequias que cantan solas
sin que las afine nadie,
con el gran bordón del agua,
los viejos lamentos árabes...!
¡Ay, Manolito Granero,
delfín de los arrozales,
capitán entre naranjos,
rey de las músicas suaves!
Toda Valencia quedó
prendida en tu breve talle,
cuando por ruedos de Iberia
tu Valencia paseaste
hecha mayo siempre en flor
en tu capote fragante.
Eras torero en la arena
y eras torero en la calle...
No hubo mocita en España
que no guardara tu imagen
escondida como estampa
del devocionario frágil...
Valencia tuvo un torero
cuando no lo tuvo nadie...,
cuando, después de "Gallito",
subiste al trono vacante
mientras rondaba a Sevilla
un Guadalquivir de ayes
porque José estaba muerto
sin que nadie lo heredase...
¿Qué suerte no fue tu suerte,
qué tercio no superaste,
qué mujer no te adoró,
qué plaza no vio tu arte,
qué público no te quiso,
qué toro no dominaste...?
Un toro. Sí. El que te dio
la muerte... Pero esa tarde,
era la mano del cielo
-no las astas delirantes-
la que te llevaba en alas
de los músicos arcángeles
sobre nubes de un Madrid
borracho de jalearte...
MANUEL GRANERO
Para Eduardo Palacio Valdés
Antonio Casero Sanz, ilustración del libro Los Ángeles...
¿Qué música te distrajo,
qué dulzaina, con qué "albaes"
sopló en la muleta el viento
de tu sino, destapándote...?
Un abanico nubló
grito y mirada de amante
cuando el toro "Pocapena",
dando al viento sus puñales,
quebró tu griega apostura
sobre el estribo de sangre
entre un corro de capotes
y manos alucinantes...
Pero al quite... ¡estaba Dios!
¡Los hombres llegaron tarde!
¡Ay, Manolito Granero!
Cuando fueron a enterrarte,
la Virgen celos tuviera
de no ser Virgen y Madre,
viendo más lluvia de flor
que en su procesión triunfante,
viendo más rosas, aún más
rosas sobre tu cadáver,
aún más rosas todavía
que las que hay en sus altares...
Eras torero en la arena
y eras... torero en la calle
-pincel, seda, melodía,
bronce, rosal y desplante-…
¡Ay, Manolito Granero!
Las caracolas del Mare
Nostrum gimieron por ti
llevando luto a las naves
y el Miguelete dobló
sus campanas funerales
y la cruz de las barracas
fue más cruz aquel instante
y la jota de la huerta
fue soleá irremediable
cuando en hombros de tus hombres,
muerto, Valencia cruzaste,
como un Apolo caído
frente a una Atenas sin mármoles...
Un violín lloró, solo,
sin que lo tocara nadie...
Madrid, otoño de 1928
DESMAYO Y TRÁNSITO
DE GITANILLO DE TRIANA
Para Ricardo García, "K-Hito"
Todos te vimos caer,
serafín de los toreros,
en un revuelo de nubes
desamparadas de cielo.
Asunción del alamar
en aviones de incienso
por callejones de sol
rumboso y lagartijero.
Fronteras de azul sin fin
cruzó despacio tu cuerpo.
El aire que te empujaba
olía a capotes muertos.
¡Oh, brisa lanceadora,
silbando clamor de ruedos!
La puya de las estrellas
te recibe, ya sin nervios,
picando de guiños verdes
el temple de tu silencio...
Rígido, las manos bajas,
verde y pálido en moreno,
capote de larga angustia
jalea tu propio entierro.
En pie, sombras de tu raza
te acogen -gitano lento-
tocando palmas de júbilo
a tu eternidad sin sueño...
Serafines baten alas
en las gárgolas del cielo
tocando -de oro y rubíes-
guitarras de Fray Angélico...
Y tu corazón, ungido,
entra en el ritmo sin eco
donde alienta la divina
bulería del silencio...
¡Ay, piel de plata oxidada!
¡Ay, rama de olivo tierno!
Justa y Rufina te esperan
-clavel y rosa al cabello-
abriendo de par en par
la puerta del firmamento.
¡Ay, cómo llora Sevilla
sobre el puente trianero
cantando con voz de luna
tu tránsito macareno!
LOS MALETILLAS SIN SUERTE
Para Torcuato Luca de Tena y Brunet
Carlos Ruano Llopis (Orba, 1878-Ciudad de México, 1950), ilustración del libro Los Ángeles...
Por la tierra, por la mar,
con banderillas de fuego,
la naturaleza muerta
parea a los cuatro vientos.
Mirad a Francisco Vega,
por los estribos del cielo,
sobre crines de agonía,
jinete de los dondiegos,
mientras cien plazas de toros
agitan pañuelos negros,
girando los redondeles
tres veces por su recuerdo...
¡Ay, luz del atardecer,
cuando el alma del torero
juega el alimón de muerte
mano a mano con su cuerpo...!
Es entonces cuando llegan
puntillas de sangre y hielo,
y rasgándole la nuca
llévanse el último aliento...
Curro Vega de los Reyes,
tímido, pálido, quieto,
de la plaza más azul,
¡se abre de capa en los medios...!
Valencia, verano 1932
Andrés Martínez de León (Coria del Río, 1895–Madrid, 1978), ilustración del libro Los Ángeles...
................................
-¡No hagas ruido, mira por
dónde vas, José María...!
-¡Currito!
-¿Qué?
-¿No has oído?
-¡Son los toros!
-¡Vamos! ¡Brinca!
La luna, desde su palco,
con la noche por mantilla,
con abanicos de estrellas
mirándolos se abanica.
-¡Currito!
-¿Qué?
-¿Ya se han ido?
-¿Tienes miedo?
-¿Yo? ¡Maldita
sea mi estampa!
-¡No grites,
que te oirá la gañanía!
Catorce toros berrendos
sueñan plazas nunca vistas.
Las testuces enlunadas,
llenas de bravura antigua.
Catorce toros berrendos
esperando dos corridas:
la mitad para Bilbao,
la mitad para Algeciras.
Toros que sólo conocen
a las gentes que los cuidan:
mansos con los de la casa
y fieros con las cuadrillas.
Mudas de asombro y de furia,
las otras reses lo miran.
Jalea toda la noche,
desvelada, sorprendida.
Brujas de la tauromaquia,
volando por bulerías,
montadas en los estoques
molinetean las brisas
y agitando los pañuelos
negros y encarnados gritan
sobre el cercado. Un augurio
fatal jondamente vibra...
Currito veroniquea
y lejos los trenes silban
resbalando entre geranios,
jazmines y campanillas...
Casa de Adolfo Moreno,
¡qué pena de amanecida!
Lo que en tus puertas pasó,
¡que los romances lo digan!
Primavera del cortijo.
Luna de abril en Sevilla.
Nocturno de tauromaquia.
Cada guitarra, una vida.
Cada vida -amor-, un sueño.
Cada sueño, una mentira.
Cruza el viento, temeroso
de romper las clavellinas.
Los grillos y los murciélagos
entre azahares dormitan.
Cantan en Venta Eritaña
gitanos y garrochistas...
Del otro lado del río
llora Itálica en ruinas...
Ayes de las soleares
rondando por la provincia
claman sin saber por quién
bajo las estrellas fijas.
Todos los toreros muertos
bajan hasta las marismas
y torean entre sombras
sus propias sombras perdidas.
...................................
Embrujo de lo moruno.
Magia negra de la lidia.
¡Miradlos por dónde vienen
la flor de los maletillas,
banderilleros del hambre,
torerillos sin cuadrilla...!
En el tope de los trenes
viajando todo el día.
Los capotes remendaos,
prestadas las zapatillas...
¡Miradlos por dónde vienen
Currito y José María!
Aprendices de toreros,
los dos chavales caminan
temerosos de ser vistos,
sin hablar y de puntillas.
El silencio del paisaje
sobre sus pasos gravita
y en los cruces del camino
la Guardia Civil vigila,
la bayoneta en la luna
y el tricornio en las rodillas.
Mudas de asombro y de furia,
las otras reses lo miran.
Jalea toda la noche,
desvelada, sorprendida.
Brujas de la tauromaquia,
volando por bulerías,
montadas en los estoques
molinetean las brisas
y agitando los pañuelos
negros y encarnados gritan
sobre el cercado. Un augurio
fatal jondamente vibra...
Currito veroniquea
y lejos los trenes silban
resbalando entre geranios,
jazmines y campanillas...
Los toros huyen cobardes
entre mugidos y esquilas...
José con voces de espanto,
junto a Currito se inclina,
y cuando va a socorrerlo,
les dan el alto, y la vida
se le pierde entre disparos
de máuser. Cae boca arriba...
Las nubes tapan la luna
desmayada y femenina.
Los dos chavales, caídos
sobre la hierba, agonizan...
Currito - manos de cera -,
con los ojos todavía
abiertos, mira la noche...
Perros de las cercanías
les ladran. En las guitarras
saltan bordones y primas.
Un funeral de llamadas
en las ventanas se agita.
Mayorales y gañanes
dándose el alerta gritan.
.........................
Casa de Adolfo Moreno,
¡qué pena de amanecida!
Un "maleta" es un nocturno
ladrón de ganaderías.
Hay orden de disparar.
Es orden. Y hay que cumplirla.
¡Qué madrugada de angustia!
El alba, sin sol, se agita.
Decoradas de olivares
se estremecen las colinas.
Aprendices de toreros,
la flor de los maletillas,
banderilleros del hambre,
torerillos sin cuadrilla,
los capotes remendaos,
prestadas las zapatillas,
por la vereda del río
los dos chavales venían,
¡Y, por jugar con la muerte,
los dos perdieron la vida!
..............................
Catorce toros berrendos
esperando dos corridas:
la mitad para Bilbao,
la mitad para Algeciras.
Casa de Adolfo Moreno,
¡qué pena de amanecida!
¡Lo que en tus puertas pasó,
que los romances lo digan...!
Buenos Aires, mayo (otoño) de 1938
“TORERILLOS SIN SUERTE”-
Cortometraje basado en este romance.
“Los maletillas sin suerte”, es la versión cinematográfica de Antonio Pérez de Jaén.
Rafael Duyos con Rafael el Gallo y Nicolás Villalta
Rafael Duyos en la plaza de toros de Las Ventas (Madrid) tomando notas...
Corridas de la Feria. Bichos de Concha y Sierra.
La de los ocho toros, "La Fartá"*, era la última:
"Gallo, Gallito, Belmonte y Saleri segundo".
La Raquel, en un palco. Benlliure, en su barrera.
Y en sillas de rellano, don Jaime el pretendiente
en un total incógnito junto a Isadora Duncan.
La plaza, como España, partida en dos mitades:
liberales, carlistas; los de sol, los de sombra;
blasquistas, sorianistas; gallistas, belmontistas;
(¡La Alameda y Triana! ¡ Si todo era Sevilla!)
¡Qué empeño éste de España de ser dos siendo una!
La Peña "El Gallinero" regalaba el coñac.
Titta Ruffo cantaba lo del "Torna a Sorrento"
en la tertulia bohemia de Luisito Martí.
Amatista y moaré, cilicios y sonrisas,
Juan Bautista Benlloch -¡ya príncipe de Andorra!-
predicaba a la sombra del moro "Micalet".
-"A gallet, a beure, a beure...!"- . Y todos los colores
del iris congelaban el vidrio de los vasos...
Huertanos de Alcira. Gentes de Alboraya y Bétera.
En Ruzafa, entre rosas, triunfa la Taberner.
Nadie percibe el pulso como Rodríguez Fornos.
En los nuevos gramófonos, la voz de "Fornarina"...
José Serrano sueña "La Canción del Olvido"
mientras Joaquín Sorolla le inventa luz al mar.
Cajal y Benavente tocan el Premio Nobel.
Los bigotes del Káiser se erizan en Verdún.
En Apolo, con "Eva", luce Esperanza Iris
brillantes que Rodolfo Gaona le envidiaba.
Valencia arde en la feria como falla de estío...
("¡Tres pardalets, una aguileta...!!Ieeeé el llimonero!")
mientras la Pino borda "Las flores" en Eslava.
La plaza era una rueda de abanicos de anuncio:
el de la Tinta Sama y el del papel Bambú.
En el puerto atracó la "Presidente Sarmiento",
ondeando cielo y nieve en las altas banderas.
Por la nubes, sin rumbo, el globo a lo Milá...
Corridas de la Feria. Bichos de Concha y Sierra.
La de los ocho toros, "La Fartá", era la última:
"Gallo, Gallito, Belmonte y Saleri segundo".
San Antonio (Valencia), 1942
*"La Fartá" quiere decir en valenciano, popularmente, el hartazgo; y se refería en este caso a la corrida de ocho toros.
*En el libro "Poesía taurina" (Valencia, 2009) figura la versión definitiva con numerosas notas.
CUANDO YO ERA NIÑO
-Paisaje de tauromaquia en Valencia
Para Federico García Sanchiz
y el maestro José Iturbi
Antonio Casero Sanz, ilustración del libro Los Ángeles...
CARTEL DE FERIAS
Aquí empieza el "Cartel de ferias" que agrupa varios romances. La "Primera corrida de abono" comienza con el poema de Álvaro Domecq; la segunda, con el de Pepe Anastasio; la tercera, con el de "Cagancho"; y la cuarta, con el romance portugués a "Los caballos de Murteira Correia".
¡Corre caballito, corre,
que el toro te va a coger!
Como un centauro de Iberia
van el caballo y Domecq.
El pulso del caballero
marca el pulso del corcel.
A la puerta de toriles
se asoma, negra, la res,
ciega de sol y bravura,
fantasma del redondel.
¡Corre, caballito, corre,
que el toro te va a coger!
Como racimos de nardos
duermen los altos rejones,
esperando entre barreras
que el caballero los tome.
Ya están la fiera y la jaca
jugando a... ¡a ver si me coges!
El viento muere de envidia
viendo el caballo al galope
y el toro va tras don Álvaro
-zigzag de burlas veloces-
salpicándole de furia
la orilla de los zahones.
Cincha, montura y espuela,
sin un lamento ni un roce,
fundiendo en un solo mármol
al caballo con el hombre.
................................
Largo el trote, gira y gira,
se para de pronto, espera,
relincha puesto de manos,
escarba, caracolea...
¡Por la derecha me voy!
¡No, que me voy por la izquierda!
¡Toro, toro, hala, ligero...!
Luego, al paso, a rienda suelta,
y al instante... ¡otra vez lejos!;
y después, cerca, muy cerca,
peinando casi la cola
sobre el testuz de la fiera...
Y el toro se vuelve loco
con queja de aire en la cuerna,
cansado de dar envites
al anca de la sorpresa.
El arte de torear
tiene una música nueva,
trayendo hasta el redondel
el garbo de las dehesas...
¡Qué nostalgia de cortijo
bajo el cielo de Jerez!
¡Qué memoria del hogar
-tibio establo, verde mies,
caricia de mayorales,
copla, bordón y tonel-...!
¡Corre, caballito, corre,
que el toro te va a coger!
Un rejón... Otro rejón...
todo entre palmas y olés,
todo entre clamores largos
y miradas en vaivén,
mientras ruedan por la arena
cien sombreros, un clavel,
el jalear de los hombres
... y un suspiro de mujer...
Compás de las herraduras,
pasodoble y minué...
La aurora, en la guayabera;
la noche, en el cordobés;
y en estribos y gualdrapas,
de valor, por más valer,
el escudo de la casa
labrado en oro de ley.
-¡Corre, caballito, corre,
mira que el toro te ve!
-¡No me coge! ¡No me coge!
¡A mí, qué me va a coger!
¿No veis que me monta el amo?
¡Voy con Álvaro Domecq!
San Antonio (Valencia), 1943
ÁLVARO DOMECQ
Para Mercedes y Julio Fuertes
Antonio Casero Sanz, ilustración del libro Los Ángeles...
ANTOÑITO BIENVENIDA
-en la plaza de toros de Barcelona-
El toro dijo a la gente:
“¿Quién es ese tan valiente
que a mí no me tiene miedo?"
La gente, contesta al toro
con el olé más sonoro
tirando rosas al ruedo.
-¿Quién eres tú, di, quién eres,
que por allá donde vas,
si te adoran las mujeres,
los hombres te aplauden más...?
- Yo soy, Antonio Mejías,
"Bienvenida" de abolengo;
doy al toro cuanto tengo:
mi valor, mis alegrías
y majestad y salero
y templanza y fortaleza...
Niño torero que empieza
siendo ya un hombre torero.
Caracas me vio nacer,
Cádiz me vio navegar,
Sevilla me vio crecer,
¡toda España torear!
"Quisiera ser tan alto
como la luna,
¡ay! ¡ay!
como la luna,
para ver las corridas
de Cataluña."
Un coro alegro de niños
su canto entona...
"¡Vamos a ver los toros
de Barcelona!".
¡Ay, Bienvenida tercero,
venezolano y torero!
Con tu capotillo mandas,
mucho y más y como quieres,
alegrando en las barandas
la risa de las mujeres.
Rojas, las seis banderillas,
jalean sangre de toro
por ti, que de verde y oro,
se lo das a las mulillas.
Y, la muleta plegada
- muleta del tiempo viejo,
la muleta de la escuela
del rey Don Fernando el séptimo -,
citas al toro y el toro
te mira como diciendo...:
"No me puedes engañar,
Antonio, que te estoy viendo..."
!Qué silencio en la plaza!
Nadie respira...
Cairel y grito. "¡Toro,
eh, toro, mira...!"
Y en el testuz,
la rosa del asombro
prende su luz.
!Visto y no visto!
Cuando el toro se arranca,
tú eres más listo.
Como bandera,
la muleta renace
por la cadera.
Ave con ala escondida
es tu muleta plegada
cuando vuela estremecida
la expectación por la grada.
Antonio Bienvenida y Rafael Duyos, 1975. Foto dedicada por el torero al poeta.
Plazas enteras,
con amantes miradas
por las barreras.
La viuda "Concha Sierra"
si lo lograra,
por verte toreando
resucitara.
Ay, muleta plegada
citando al toro,
molinete, estocada,
palmas a coro!
Ay, playa de Caracas,
ay, patio moro,
plaza de Barcelona,
Torre del Oro...!
¡España y el mundo entero,
en un acorde de gozo
por Bienvenida tercero...!
¿Quién eres tú, di, quién eres,
que por allí donde vas,
si te adoran las mujeres,
los hombres te aplauden más...?
¿Y esa muleta plegada?
¿No ha visto usted la corrida?
¿Que quién es? Pues... ¿quién va a ser?:
¡Antoñito "Bienvenida"!
San Antonio (Valencia), 1943
Andrés Martínez de León, ilustración del libro Los Ángeles...
JOAQUÍN RODRÍGUEZ, "CAGANCHO"
Para Gregorio Corrochano
I
Salió la luna redonda,
la grande, la luna llena,
y la noche se encendió
con palideces de cera.
Todo el campo de Vejer
se puso a parir hogueras
crepitando soleares
por sus laringes de leña.
La voz del Guadalquivir
se quejaba de pureza
y se quebró en el cristal
del aire una pandereta
y el llanto de una guitarra
se derramó por las sendas.
Cagancho -todo de negro-
se puso a ver las estrellas
y las quiso contar todas
y no llegó a la docena...
La Vía Láctea, en el cielo,
hecha de soles en trenza.
Por oriente se cortaba
un lucero la coleta
y siete constelaciones
le bailaban peteneras.
Bandurrias de los satélites...
Laúdes de los cometas...
Neptuno canta flamenco
y Venus se desespera...
La tierra, toda de luto;
y el cielo, todo de fiesta.
Cagancho -de vida muerto-,
brillante de piel morena...
Se le ríe la caoba
de sus mandíbulas recias...
-Si yo no fuera torero,
me moriría de pena.
Si yo no fuera torero,
lloverían las estrellas
banderillas de dolor
sobre mi nostalgia abierta...
Pero tengo tres capotes
encendidos de vergüenza
y trece ganaderías
soñando por las dehesas...
A embestidas va la vida
corneándome las sendas.
Por un jilguero que robo,
se me escapa una promesa...
Para mis ojos de plata,
para el oro de mi lengua,
hay gargantas y retinas
que ya de siempre me esperan...
Tengo una novia africana...
tengo otra novia francesa...
y no sé lo que es amor
¡ni me importa lo que sea!
II
El viento, por el cortijo,
iba amenazando guerra
con silbos contrabandistas
de percales y chumberas.
Fumaba tabaco inglés
la luna carabinera.
Cagancho se resguardó
con un capote de brega
y quiso besar al sueño
tendido sobre la tierra.
La noche -toda la noche-,
húmeda de dulce seda
-comba del vientre del cielo...-,
gestaba la aurora nueva;
y la mano de Joaquín,
tostada y chamarilera,
gitaneando a la magia
se surcó de rayas negras...
-Moreno: bien te querrán
las rubias y las morenas.
Por ti beberán los vientos
las viudas y las solteras
y no digo las casadas
porque eso lo dirán ellas...
Pero la mujer que quieres
-¡la mujer!-, en la que piensas,
la que nunca has de encontrar
porque aún no ha nacido..., ésa
será como humo de besos
en los labios de la niebla...
Moreno: toda la gracia
del mundo por tus caderas...
Moreno... ¡torero mío!
dormido sobre la hierba...
III
Gitanas y churumbeles
dormitaban a su vera.
Se puso de pie en un salto,
abrió su capa bermeja
y citó a la madrugada
mansa, clara, corniabierta...
Y a la llamada acudió
toda la naturaleza
y dio al miedo una verónica
y una larga a las praderas
y una navarra a las flores
y al viento una gaonera...
Se abrían las manos rotas
de aplausos de las palmeras...
Por el aire, por la mar,
el fuego de la muleta
se encendía entre los cuernos
de los chopos y las velas...
Con una rama de sauce
citó a recibir la tierra
y se rindió -¡qué dolor!-
toda la Sierra Morena,
con los arroyos partidos
de media lagartijera.
Le aplaudían los naranjos,
los dondiegos y las fresas.
Se lo llevaron en hombros
por campos de hierbabuena
don Fernando Parladé,
don Pablo de Benjumea,
el conde de Trespalacios
y Antonio Campos Varela...
Detrás venía cantando
la viuda de Concha y Sierra...
La mañana se exaltó
cornirrota, luciabierta...
Cagancho, llevado en triunfo,
quiso mirar las estrellas
y por mucho que buscaba
no encontró ni una docena.
Le rebrincó el corazón
dentro de la costillera.
Se le saltaban los pulsos
del ámbar de las muñecas.
Se reía -inalterable-
como una escultura vieja
y los muslos se le hacían
de gelatina y canela.
Se le caían los brazos...
Por laberinto de sendas,
corría -luna y mercurio-
el alamar de sus piernas...
.... continúa en la columna de la derecha...
Mariano Fortuny (Granada 1871- Venecia 1949), Corrida de toros.
Carlos Ruano Llopis, ilustración del libro
Los Ángeles...
IV
-Nunca ya, nunca, que nunca
me despierten en la tierra.
Faraones sin mortaja
por las pirámides sueñan.
Del Nilo al Guadalquivir
hay siete cuernos de estrellas
y una coleta de playas
que por la espuma se peina.
Siete bueyes Apis lloran
por mi rota pandereta.
Gitanas desnudas hacen
de geranios una trenza.
Mi faja rueda sin flecos
por mi cintura de seda.
Que no lo quiero saber,
que no quiero que lo sepan...
Que no sé por qué mi vida
va sin risa por las tientas...
Toda mi buenaventura
del alma se me descuelga...
que anoche me dijo a mí
quien habla con las estrellas
que mi sangre no es mi sangre,
que a mi sangre la envenena
de amaneceres no vistos
otra sangre, de otras tierras...
V
Desde entonces se le hacía
la vida cansada y lenta
como los lances morunos
de su capote de brega
y vagaba -ruedacircos-
agitado de promesas.
Y en las noches de lunada,
de blanca, de luna llena,
la lumbre de los cortijos
sobre su cara morena
se encendía y crepitaba
con palideces de cera.
Se quebraba en el cristal
del aire una pandereta
y el llanto de una guitarra
se derramaba en las sendas...
Y Cagancho, junto al río,
velando, vela que vela,
buscaba en el firmamento
luceros que nunca llegan...
-Si yo no fuera gitano,
si yo torero no fuera,
si yo no fuese quien soy,
me moriría de pena...
Lo que quiero es torear,
ir de la Ceca a la Meca...
Irme como para siempre
y al minuto estar de vuelta...
Citar al toro en los medios
y salir por... peteneras...
Tengo una novia allá en Tánger
y otra novia junto al Sena
y otra que vende pajeles
por las playas sanluqueñas
y otra que tiene en los dedos
cien sortijas de nobleza...
Pero como la que busco,
no, ninguna como ésa...
porque aún está por nacer
-gitanilla y trianera-
con bautismo de jazmines
y cuna de lentejuelas...
Y mientras ésa no nazca
-de mi casta y de mi cuerda-,
ni sabré lo que es amor...
¡ni me importa lo que sea!
Valencia, verano de 1928
MARIO CABRÉ
Para Manolo Vela Jiménez
y Alejandro Ulloa
¿Qué le habrá pasado al río
que suena de otra manera?
¿Qué tiene en el aire, el aire,
silbando canciones nuevas...?
¿Quién rasguea las guitarras
que saltan todas las cuerdas?
¿Qué aroma perfuma el vino
que se bebe y no marea?
-Guadalquivir: ¿tú lo sabes?
-¡Sí que lo sé!
-¡Ay, viento rueda veletas!
¿Y tú?
- ¡No lo he de saber!
-Prima y bordón de mi copla,
la nueva canción ¿cuál es?
Vino de cepas lejanas...
-No preguntes... ¡bébeme!
Río, viento, copla y vino...
¡Ya lo sé!
¡Que en la plaza de los toros,
torea Mario Cabré!
Sevilla, viva y desnuda,
aurora y anochecer,
mitad torre, mitad río,
medio flor, medio mujer,
le está bailando sardanas
al Señor del Gran Poder...
Y Cataluña, por Mario,
sobre Sevilla se vuelca...
Voces de la Escolanía
que la devoción despiertan,
con viejo ritmo de ramblas,
desfilan por la Alameda...
En la andas de la Virgen,
cien cirios de amor se queman
perfumando a la Giralda
con rosas barcelonesas...
-María de Montserrat:
tú, tan llana y tan payesa...
esa copla que te cantan,
María, es una saeta...
¿Quién te ha prestado ese manto
de lirios y lentejuelas?
-Soy invitada de honor
de María Macarena…
Y vengo a velar por Mario
que me quiere y que me reza,
que cuando sale a la plaza
se santigua y me recuerda...
Torero que piensa en mí,
tiene mi mano en la arena...
PEPE LUIS VÁZQUEZ
Para Alfredo Marqueríe y
Enrique Azcoaga
Él entorna así los ojos
y está un segundo muy quieto,
en una mano el capote,
la otra en el burladero
y la vista en los toriles
donde asoma el toro negro...
El entorna así los ojos
y dice: "¡Déjalo, déjalo
que el toro ya vendrá solo!".
Y el toro, que aún está lejos,
escucha esa voz y la
quiere prender en los cuernos.
El sol de la Maestranza
para su carro de fuego
porque la luz se esté quieta
sobre el alamar torero.
Pepe Luis -celeste y plata-,
inmóvil, niño, flamenco,
lo está mirando, mirando
sin perder un movimiento
y el toro lo busca, busca
y él, esperando en el tercio,
le abre el abanico grana
de su capote pequeño.
Todo el calor de la tarde
se deshace en blando céfiro.
Torear así, parece
muy fácil... Es como un juego...
Pero no. Es lo más difícil
porque es torear sabiendo...
Tener en el corazón
el justo presentimiento
de lo que va a hacer el toro
cuando el toro aún está quieto.
Es adivinar, sentir
la voz del toro por dentro
y saltarse a la garrocha
los taurinos evangelios
sin que tengan que enseñárselos
porque ya nació sabiéndolos.
Él entorna así los ojos
y dice: "¡Déjalo, déjalo!".
Y el toro va donde él quiere
y es tan ágil el torero
y tan sabio y tan gracioso
y tan rubio y tan pequeño
y tan hombre y tan barbián
y tan valiente y tan diestro,
que la cuadrilla obedece
sus imperceptibles gestos
-banderilleros de seda
y picadores de hierro-
y todo parece como
una danza de aire viejo
bajo una batuta de oro
entre palmas y requiebros...
Estaba la verónica esperando
que se abriese un percal con maestría
y le diese a la sal de Andalucía
coraje y miel, que andaban ya faltando...
Estaba la muleta –¡desde cuándo?,
¿desde Juan y José...?- sin luz ni guía,
sin saber a qué joven dinastía
la Tauromaquia ofrendaría el mando...
Y de Ronda llegó el que, en una sola,
viejas escuelas junta al nuevo modo
¡y Córdoba y Sevilla enmudecieron!
Y una espada con temple a la española
mostró que Antonio Ordóñez lo era... ¡todo!:
¡señor y rey tras los que ayer lo fueron!
Primavera de 1961
ANTONIO ORDÓÑEZ
Las dos devociones juntas,
la payesa y la calé,
en alas del mismo sol
se asoman al redondel...
Por dentro del chalequillo,
bordada tiembla la Fe...
Ampurdán llena sus vasos
con el vino de Jerez.
¿Y ese orfeón que resuena
en el claro atardecer?
Desde la Torre del Oro
-de las Indias timonel-
crece en hombros de la brisa
un Tibidabo de olés...
Versos de Bécquer, besando
los versos de Verdaguer...
Rusiñoles y Murillos
tienen el mismo pincel.
Plaza de la Maestranza.
Huele a sangre y a clavel.
-María de Cataluña:
¿por qué has venido?, ¿por qué?
-¡Qué pregunta! ¡Qué pregunta!
¡Torea Mario Cabré!
Madrid, primavera de 1945
Roberto Domingo Fallola, ilustración del libro Los Ángeles...
La verónica de olor,
el molinete de fuego,
la chicuelina de nardo,
la gaonera de incienso...
-Pepe Luis, Pepe Luis Vázquez:
anda, dime tu secreto...
-Si he "nasío" en San Bernardo...
¿es que no basta con eso?
El entorna así los ojos
-la espalda en el burladero,
el corazón en las manos,
la mirada en los chiqueros-
y dice al peón de turno:
"¡Déjalo, déjalo, déjalo
que el toro ya vendrá solo!..."
Y el toro sale corriendo,
olfateando, mirando,
ciego de sol y recelo,
con nostalgia de olivar
caliente y de río fresco...
Pepe Luis le llama: "¡Toro!".
Y el toro clava los cuernos
en el aire de la tarde
y se funden sobre el ruedo,
en un milagro de gracia,
capote, toro y torero...
¡Los ángeles hacen palmas
desde los palcos del cielo!
San Antonio (Valencia), verano de 1943
*En el segundo párrafo de esta página, añadió más tarde: el kikirikí de plata, el desplante de oro viejo...
Duyos en la boda de Carmina Dominguín y Antonio Ordoñez, celebrada en "Villa Paz", la finca de Luis Miguel Dominguín en Saelices (Cuenca).
Nota: Este soneto no se encuentra en el libro
porque está escrito años después de su publicación.
EL BLANQUET
(Banderillero que fue de Joselito)
-¡Vete Blanquet, vete, vete...!-
dijo Joselito el Gallo.
Blanquet llega al callejón,
ágil y atleta, de un salto,
y el toro que va detrás
el percal olfateando,
el toro -corre que corre-
queda indeciso buscando...
¿Dónde ya los alamares
y el capote colorado...?
¿Dónde te has ido, torero,
que te busco y no te alcanzo?
Blanquet, desde la barrera,
vigilaba sin descanso,
casi sin pestañear,
con el aliento parado,
con el corazón en ascuas,
con el alerta en los brazos...
La fiera buscaba al hombre
¡y Blanquet ya estaba a salvo!
Y José, solo, en los medios,
llama al toro jugueteando
con las banderillas verdes
sobre el anillo dorado...
Un repique de giraldas
venía desde lo alto...
-¡Toro, toro, mira, toro,
mírame, torito bravo...!
Blanquet desde el burladero
fijaba sus ojos claros
en la elipse que el maestro
iba en la arena bordando...
Blanquet, los músculos tensos,
siempre a punto pies y manos
para correr hacia el toro
con eficacia y con garbo...
Más que garboso, eficaz,
que también es necesario.
Porque el arte del peón
es eso: estar sin estarlo,
tantear, doblar, fijar,
ser antes hierro que nardo
y tener a flor de ingenio
ese justo capotazo
y ese hacer -visto y no visto-
sin adorno, el lance exacto;
irse sin irse del todo
y volver menudo y rápido
cuando la voz de José
-¡Vamos, Blanquet!- le ha llamado.
Blanquet, Belenguer, Enrique,
en el ajedrez hispano
es, más que un peón, un rey
con su trono y con su rango.
¿Quién puede en razón ganar
la pelea al valenciano?
Cuando en las tardes difíciles
salen los toros marrajos,
Blanquet les larga la tela
con dureza de trallazo,
sin filigrana ni adorno,
y siempre, siempre, a una mano;
y les castiga y les frena
y es siempre su capotazo
el que le deja a José
fijo el toro, preparado.
Él es la sombra, el guardián,
el ángel bueno, el hermano...
Cuando José se confía,
Blanquet, más desconfiado,
vela tras el burladero
al pequeño de los "Gallos"...
Y toda prudencia es poca...
-¡Vete, Blanquet...!
Y él da un salto,
pero no se va..., ¡se esconde!
Tarde del trágico mayo.
La plaza, de Talavera,
bajo el cielo castellano.
José, de espaldas al toro,
prepara el pase despacio.
Se confía... Se recrea...
-¡Vamos, Blanquet...!
¡Blanquet, Blanquet!-
Le falló
el último capotazo...
El capote de Blanquet
sólo sirvió de sudario...
La noche talaverana
oyó su pena y su llanto...
Flor de los banderilleros;
¿Qué hiciste después? Sonámbulo...
Esta cuadrilla... La otra...
Con Granero... y con Ignacio...
Y una tarde de corrida,
bajo el cielo sevillano,
con la lidia ya acabada,
aún de plata y amaranto,
de la plaza a la estación
con prisas de tren exacto,
equipajes y toreros
a punto de no alcanzarlo,
Dios te llevó de repente...
Bello morir, sin pensarlo,
así, vestido de luces,
no en astas de toro bravo,
sino por corazón frágil...
Y se oyó, en eco lejano,
como en las ferias famosas:
-¡Vete, Blanquet...!
-¡Ya me marcho!
¡Era la voz de José
desde la Gloria llamándolo...!
* El poema está grabado por Gabriela Ortega –sobrina de “los Gallo”- junto a la “Oración de la Virgen de Guadalupe” (más otros dos de Benítez Carrasco y de Pineda Novo, además de uno de Fernando Villalón y otro de Rafael Alberti), La grabación es el volumen 2 de los poemas taurinos recitados por ella en “La voz del Sur”, Sevilla.
*En la versión grabada por Gabriela Ortega se omite casi todo el penúltimo párrafo; debió de ser la primera versión original
A MANOLETE
-versos para su tumba-
Aquel que las arenas pisó con más firmeza,
yace aquí bajo el cielo de su Córdoba mora.
Dictó frente a los toros lecciones de belleza,
poniendo en pie de hosannas la multitud sonora.
Hizo embestir a mansos y dominó a los bravos.
Fue gladiador augusto de las ganaderías.
De las viejas escuelas ligó todos los cabos,
dando a la norma suya las rancias alegrías.
Los claros cordobeses de otros siglos le ungieron,
porque en él renaciera su propia aristocracia.
Tuvo en su mano izquierda -dicen los que le vieron-,
el divino secreto natural de la gracia.
Fue serio. Fue galante. Fue honrado. Fue valiente...
y dio al traje de luces un regio señorío.
No vacilaba nunca. Siempre anduvo de frente...
y tuvo como nadie conciencia y poderío.
Supo de las envidias como ningún torero.
Gozó de la alabanza de todos los poetas.
Cruzó la mar en hombros, como cumple al primero
que creó su capote con imperiales metas.
Clásico entre los modernos, caro entre los más caros,
paseó por las plazas su gloria impar y sola
y Hernán Cortés taurino, con destinos preclaros,
¡plantó en Méjico un día su muleta española!
Antonio Casero, ilustración del libro Los Ángeles...
Cumplióse en él aquello que se da a los mejores:
morir en la pelea con la cerviz erguida.
Entró a matar al toro, cercado de clamores,
y en astas del cinqueño lo dio todo: ¡La vida!!
Su apodo, "Manolete". "Islero", el de la fiera.
La casta, de los "Miura". La plaza, de Linares.
Aquí Manuel Rodríguez resurrección espera...
¡Un aire de leyenda le lleva en mil cantares!
*Este poema no se escribió con la idea de que de verdad figurara en el mausoleo de Manolete. Luego, al recibir el encargo oficial, el autor modificó algunos versos y redujo la extensión del poema, dejándolo en las cinco estrofas de alejandrinos que figuran talladas en la tumba del torero en el cementerio de La Salud de Córdoba.
De izquierda a derecha: Rafael Vega de los Reyes - “Gitanillo de Triana”-, Antonio Mejías - “Bienvenida” -, Manuel Rodríguez - “Manolete”-, y Luís Miguel González - “Dominguín”-.